Había una vez un campesino en la China antigua que tenía un vecino cazador. Su vecino tenía perros feroces que no habían sido bien entrenados y frecuentemente saltaban la cerca y correteaban a los corderitos del campesino. El campesino le pidió a su vecino que controlara a sus perros, pero su petición fue ignorada.
Un día los perros otra vez saltaron la cerca, atacaron y lastimaron severamente a los corderitos. El campesino ya cansado de estos ataques, fue al pueblo a consultar a un juez.
El magistrado escuchó con atención su historia y después dijo: “Yo podría castigar al cazador y darle la instrucción de mantener sus perros encadenados o bajo llave. Pero entonces usted perdería un amigo y ganaría un enemigo. ¿Qué preferiría tener, un amigo o un enemigo por vecino?” El campesino, intrigado, contestó que él preferiría tener un amigo.
“Bueno pues entonces le voy a ofrecer una solución que le permitirá mantener sus corderos seguros y también mantener a su vecino como amigo”. Habiendo escuchado la solución del juez, el campesino estuvo de acuerdo.
Cuando el campesino volvió a su casa inmediatamente puso a prueba las sugerencias del juez. Tomó 3 de sus mejores corderos y se los regaló a los tres pequeños hijos de su vecino quienes se pusieron muy contentos y empezaron a jugar con ellos. Para proteger los nuevos ‘juguetes’ de sus hijos, el cazador construyó una jaula fuerte para sus perros y desde entonces los perros nunca molestaron los corderos del campesino otra vez.
Para demostrar su gratitud por la generosidad del campesino, el cazador a menudo compartía lo que había cazado con su vecino. El campesino al mismo tiempo compartía con el cazador la carne de cordero y queso que él preparaba. En poco tiempo los vecinos se convirtieron en buenos amigos.
Hay un dicho en la antigua China que dice: “la mejor manera que uno puede ganarse e influenciar a la gente es con gestos de bondad y compasión”. Otro dicho también dice: “Se atrapan más moscas con miel que con vinagre”.
Fuente: The Epoch Times en español